Massera El genocida







Massera El genocida 


El hombre que torturó, mató y robó para ser presidente, no llegó a serlo. Hasta un diario fundó y se rodeó de todos los caraduras de ese tiempo. Uno de ellos, el peronista Sobrino Aranda. personaje salido de las letrinas y basurales de la villanía y el asco. El caralisa y los caraduras. Pero no pudo ser. Sus mismos camaradas de uniformes y crímenes le hicieron una zancadilla. Era demasiado, se había pasado de vivo; de tunito había pasado a ser el verdugo mayor de la historia argentina, su asesino más bajo, más cobarde. Su forma de reaccionar ante la justicia lo coloca en el cuadro de los pusilánimes. Apenas un tembloroso energúmeno comparable en su psiquis con los verdugos de segunda clase, esos que pegaban a las víctimas en tiro en la nuca, o abrían La llave del gas en Auschwitz. Hoy, el antes condecorado almirante es nada más que un mantoncito de miseria Un histriónico payaso de la raza de los padrinos y los asesinos a sueldo. Torturador de embarazadas. Quiso borrar el rostro de los niños con su picana al cinto. Apenas un matasiete. Un prevaricador barato, vestido en su uniforme azul marino. Al todopoderoso señor de Los calabozos de la ESMA lo derrotaron las Madres de Plaza de Mayo. Lo derrotaron nada más que mostrando su dignidad, su coraje, su altruismo, su nobleza sin fronteras. Frente a ellas no pudo ni su poder, ni su picana, ni sus vuelos de la muerte, ni su Astiz. Las Madres le dijeron: asesino alevoso, secuestrador. torturador, ladrón. Después vendría la Justicia y oficializaría esos adjetivos. Hoy todo argentino puede gritarle en La cara: asesino alevoso, secuestrador, torturador, Ladrón. Son sus medallas legales.


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