Trincheras de papel - Alzugarat



Trincheras de papel - Alzugarat




Trincheras de papel - Alzugarat

A primera vista, nada parece más frágil que una trinchera de papel. Sin embargo, nada hay más perdurable. Cuando la escritura es un acto de resistencia, las palabras permanecen más allá de los verdugos. Las cárceles de la dictadura fueron sistemas planificados para la destrucción del individuo. Este terminó siendo su único propósito. La saña destructiva abarcó hasta el mínimo detalle y fue perfeccionada con celo militante durante más de una década. En el marco de la enorme prisión en que vivió toda la sociedad, las cárceles de presos políticos significaron la consagración de una estrategia tan retrógrada como liberticida. De todo esto se ha denunciado mucho, se habla y se hablará y nunca será suficiente. Sin embargo, en veinte años a esta parte, poco se ha insistido en la resistencia cultural que afortunadamente existió; en la osada respuesta, constructiva y colectiva, paciente y eficazmente forjada en esas cárceles, es decir, en el vientre mismo del enemigo. Resistencia y respuesta que abarcaron muchos ámbitos del saber y del quehacer, abierta a la amplísima gama de cuanto podemos reconocer como cultura de salvación. Si las cárceles de la dictadura fueron uno de los mayores emblemas de la peor época de este país, también es posible afirmar que en ellas la dignidad humana libró una dura batalla que, entre sus múltiples consecuencias, dejó obras artísticas y literarias de inapreciable valor.

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