Stronismo asediado 2014-1954 - Carbone Soler
Reconstruir la historia a partir de
documentos oficiales es sin duda tarea meritoria. Pero corre un elevado riesgo
de convertirse en involuntariamente parcial.
Igual
afirmación puede aplicarse a los documentos emanados de la prensa escrita, por
lo general proclives a favorecer la opinión oficial, especialmente en períodos
de gobiernos autoritarios.
Reconstruir,
entonces, la historia de los años 60 y 70 en la Argentina, se vuelve por
esa causa un ejercicio sumamente azaroso. Aunque en lo referido a la
información puede dividirse en cuatro períodos:
El primero,
desde 1955 hasta 1963, en la cual desde una férrea censura de prensa se van
abriendo canales informativos más amplios.
El segundo,
desde 1963 a 1976, período que va desde el interregno democrático de Arturo
Illia hasta el golpe militar de Videla, Massera y Agosti. Aquí, luego de la
apertura permitida por Illia, se atraviesan situaciones de represión a la
prensa o censura abierta o encubierta, pero pueden obtenerse informaciones de
múltiples campos sin demasiados inconvenientes, hasta la etapa 1973-1976,
pródiga en documentos provenientes de los sectores revolucionarios, antes de
ese momento constantemente obstaculizados o censurados.
El tercer
período, señoreado por la dictadura militar -1976-1983-, es de casi absoluta
oscuridad, dado que toda información que no coincide con el discurso oficial
totalitario es reprimida ferozmente. Incluso con el encarcelamiento, tortura o
desaparición de quienes la producen.
Estos
ocultamientos o distorsiones no hubieran sido posibles, por cierto, sin la
complicidad abierta o encubierta de los grandes medios informativos, cuyos
propietarios frecuentemente se convirtieron en copartícipes de miles de
homicidios, cometidos por la dictadura militar en la Argentina, debido a su
colaboración para difundir falsas noticias.
Del mismo
modo la iglesia Católica, cuyos prelados manejaban información de primera mano,
por medio de sus vicarios castrenses, por lo cual conocían la existencia de
campos de concentración y exterminio de jóvenes -hombres y mujeres-indefensos.
Sin embargo, prefirieron el silencio, esto es la complicidad, contentándose con
una tardía autocrítica muchos años después. Es decir, cuando esta actitud tiene
sólo el valor de un gesto, mientras que de haberlo hecho durante la vigencia de
aquella sangrienta dictadura militar, la palabra de los obispos hubiera sido
útil para salvar vidas humanas (en la abrumadora mayoría de los casos vidas
cristianas).
El cuarto
período, a partir del gobierno de Alfonsín hasta el presente, es de paulatina
apertura y revisión de los documentos obtenibles. Pese a ser muy rica, debido a
la sobrevivencia de testigos numerosos del periodo anterior, aún se hace
difícil desentrañar ciertos aspectos de los sucesos. El terrorismo estatal
ejercido durante el periodo del gobierno peronista y la dictadura militar, ha
sido tan cruel, que con frecuencia los testigos se niegan a hablar. Muchísimos
documentos han sido destruidos (con frecuencia por sus propios dueños, por
causa del miedo que les infundió la criminal represión de las décadas
anteriores) y subsiste una tensa enemistad entre los sectores en pugna, por lo
cual no es fácil recuperar información objetiva.